‘Santuario’: esterilidad espiritual

La serie de Atresplayer es una adaptación de la ficción sonora del mismo título creada en 2021 por Manuel Bartual y Carmen Pacheco. Su trama es una vuelta de tuerca local a los temas de la esterilidad y la desigualdad que tanto están obsesionando a la ciencia ficción reciente.
‘Santuario’: esterilidad espiritual
Una imagen de la serie ‘Santuario’. Foto: Atresmedia

Santuario se desarrolla en un futuro no muy lejano, en el cual un desastre climático ha convertido en veneno virtual el aire de las ciudades y dejado a la humanidad al borde de la extinción por la vía de la esterilidad. Los embarazos son tan de riesgo que las mujeres en estado son trasladadas a El Santuario, un hábitat natural perfectamente conservado y aislado del exterior, donde poder gestar y parir protegidas y con buena salud. Al menos, eso le han dicho a Pilar, la esposa de un importante diplomático español, que acaba de ingresar en el preciado lugar y es atendida por Valle, una experta psicóloga.

La polución del aire en las ciudades reduce la fertilidad humana, entre otros factores. Hay casi dos décadas de literatura científica al respecto, como también de la presencia de microplásticos en los testículos de los varones, que pueden tener tanto que ver con la esterilidad, o al menos con la mala calidad del esperma, como ser una posible causa de cáncer de pulmón. Aunque usted crea que los primeros estudios son de este año, o cuando se lo haya indicado con escandalosos titulares su digital de confianza, en realidad ya se intuía la cuestión desde los primeros 2000 o, en algún caso, desde los noventa.

No es un dato baladí que el debate de la demografía, tan caro a los sectores más conservadores de la sociedad, suela obviar este dato tan obvio: tenemos menos hijos porque vivimos rodeados de veneno. Es cierto que, con la sociología en la mano, el principal factor en el descenso de la fertilidad, en realidad, es el aumento del nivel de vida de la mayoría de la población, circunstancia a la que hay que sumar el acceso a la educación de las mujeres. Eso sí que le molesta a cierta gente muy preocupada porque algunos países en desarrollo, de momento, estén ganando población, mientras que Europa la pierde y envejece. Pero no se les ocurre descontaminar el aire.

Basada en la ficción sonora de Manuel Bartual y Carmen Pacheco

La premisa de Santuario, estrenada el pasado diciembre en Atresplayer, la plataforma de Antena 3, en realidad a fecha de este enero de 2025 roza el documental. El giro inesperado de ciencia-ficción, aparte de que se supone que su mundo es bastante más irrespirable que el nuestro, tanto en sentido literal como metafórico, llega en el segundo episodio (para cuando se publique este texto ya se habrán emitido al menos cuatro de los ocho de los que consta la serie), desvelando la verdadera naturaleza del hábitat y sus residentes. No es difícil de adivinar, casi desde el primer diálogo. Es al mismo tiempo un comentario sobre el alquiler de vientres y la desigualdad, con tener descendencia como irónico privilegio de clase.

Basada en la ficción sonora de éxito creada en 2021 por Manuel Bartual y Carmen Pacheco, la serie tiene la curiosidad de repetir una actriz, Aura Garrido, pero haberle cambiado el papel: pasa de ser la embarazada Pilar a la cuidadora Valle (Lucía Guerrero le da la réplica en el primer papel). Jaime Ordóñez, Alba Ribas o Borja Luna interpretan otros papeles relevantes, pero lo principal son ellas dos y los dilemas a los que se enfrenta cada una, que tienen que ver tanto con la maternidad como con el sentido de pertenencia comunitario. El ecosistema, como es habitual en este tipo de ficciones que podríamos llamar “ecoconscientes”, valga la rebuznancia, no es solo el medioambiente, sino también el grupo humano que habita en él. Y ambos enferman en sincronía.

La ciencia-ficción distópica que nos asfixia, a la espera de que nos salven Superman o Los Cuatro Fantásticos –y no lo digo por decir, en julio llega una película de cada–, tiene en la esterilidad una de sus obsesiones recientes. El ejemplo más icónico es Hijos de los hombres (2006), de Alfonso Cuarón, con cuya fecha ficticia, 2027, estamos a punto de empatar. Por suerte con personas más jóvenes de 18 años entre los humanos vivos, pero en casi todo lo demás han acertado: Reino Unido aislado de Europa (más o menos), inmigrantes en jaulas, gobiernos amables y tecnológicamente autoritarios, científicos y luchadores por los Derechos Humanos tratados como terroristas

La esterilidad en las ficciones distópicas

La infertilidad, como en El cuento de la criada –la novela de 1985 o la serie de 2017–, es siempre tan metafórica como física. Está presente también en series tan recientes como Silo (2023- ), prima hermana de la novela La penúltima verdad, publicada por Phillip K. Dick en 1964, que se dice pronto, o en las últimas entregas del Universo Mad Max, como Mad Max: Fury Road (2015) y Furiosa (2024), ambas dirigidas por George Miller.

Para colmo, Santuario se da la mano con clásicos del género como La fuga de Logan (1967), de Michael Anderson, o La isla (2005), de Michael Bay. Clásicos, en concreto, por ser películas flojas que parten de una idea muy potente, la cual consiste en jugar con la desigualdad entre humanos por la vía de hablar de clones, de edad y de superpoblación, pero de aquella manera. La serie de Atresplayer aquí saluda a La valla (2020), creación de Daniel Écija en la que se adivinó la pandemia de la COVID-19 y que recoge el ambiente de Hijos de los hombres para iberizarlo.

La verdadera esterilidad, nos vienen a decir todas estas ficciones distópicas, Santuario incluida, es la de no ser capaces de superar la lógica de la explotación que nos lleva a la enfermedad social, tan física como psicológica. En un mundo enfermo donde las personas tienen nombres de elementos naturales, los elementos artificiales nombres de persona y las embarazadas nombres de vírgenes (guiño, codazo), la revolución parte de la toma de conciencia.

Como la fundacional R.U.R. escrita por Karel Capek en 1921 y de la que hablamos al tratar Robot salvaje (2024), Santuario parece partir de la base de que la condición de humano no es innata y el alma no se recibe, se gana. Y el acto de tener descendencia de forma consciente, el colmo de la civilización en cuanto a que implica subordinar el ego a la tarea de los cuidados, es parte sustancial de ese crecimiento hacia la entidad propia. La mayor revolución posible.

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