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La utopía de llevar al cine relatos optimistas (y realistas) sobre la crisis climática

Guionistas, cineastas, programas de desarrollo en el mismo corazón de Hollywood y organizaciones como Greenpeace reflexionan sobre cómo superar la “barrera del mainstream” para que la representación del cambio climático en el audiovisual deje de ser una película de catástrofes.
La utopía de llevar al cine relatos optimistas (y realistas) sobre la crisis climática
'Ecotopías', el comic. Foto: Astiberri.

La ficción lleva años procesando eso que ahora llamamos ansiedad climática (o ecoansiedad) en forma de distopías. Ya hemos hablado de ellas bastante por aquí y cualquiera que esté leyendo esto seguro que puede recitar unas cuantas de memoria (Years and Years, Mad Max, la españolísima Apagón). Es tan evidente de dónde viene ese pánico al futuro inmediato que tanto activistas como creativos llevan años preguntándose si es posible darle la vuelta. Si se pueden crear relatos en el cine o en las series que llamen a la acción contra la crisis climática –y problemas aparejados que van desde el hambre en el mundo al ascenso de la ultraderecha– de manera, digamos, optimista.

“En los mercados de cine internacionales, cuando llevas una película sobre la crisis climática, se entiende que es una película de catástrofes”, comenta la guionista española Elisa Puerto. “Es algo dominante en el discurso del cine estadounidense y en el fondo es un problema, porque casi siempre va del héroe que se enfrenta a un colapso del tipo que sea que no tiene nada que ver con el ser humano. Y la realidad de la crisis climática no tiene nada que ver con eso, es una cuestión colectiva y es un fenómeno provocado por nosotros. La cosa es cómo llegamos a un público mainstream con esas ideas, porque como correctora me toca leer muchos guiones de distopías, es un género dominante en la actualidad… y todos se parecen mucho”.

Este miércoles 16 de octubre arranca en Madrid el Another Way Film Festival, certamen cinematográfico dedicado al cine sobre medio ambiente, y que entre sus actividades paralelas presenta una mesa redonda dedicada a las Ecotopías, dentro de la iniciativa que desde hace unos años lidera Greenpeace para promover las narraciones sobre la crisis climática alternativas a las distopías del colapso y las utopías del optimismo tecnológico. Una mesa en la que participa la misma Elisa Puerto junto al profesor y guionista Jaime Bartolomé o el ecomanager de rodajes Denis Morante.

Miguel García, coordinador de la Escuela de Activismo en Greenpeace, explica a Climática que sus ecotopías –que deben su nombre a la novela de Ernest Callenbach de 1971, que imaginaba un país 100% sostenible con las tecnologías conocidas entonces– buscan “relatos que, siendo conscientes de la complejidad de la crisis climática y de los límites que tiene el planeta que permitan, visibilizar experiencias que son reales, que son factibles y que ya están abordando la crisis climática”.

Por eso llevan poniendo en contacto a creadores de diferentes áreas con iniciativas como la del Colegio Virgen de los Remedios, de Arroyomolinos de León, Huelva, convertido en una enorme planta fotovoltaica al constituirse en comunidad energética e incorporar paneles a sus techos; o la comunidad de productores agrícolas Errigora, en el País Vasco, que abastece de productos sostenibles y de cercanía a su zona de influencia. De momento ya han dado lugar al cómic colectivo Ecotopías. Imaginar el futuro para cambiar el presente (Astiberri, 2024).

Una idea similar, pero con un enfoque más empresarial e inserto en la gran industria del entretenimiento estadounidense, tiene Climate Spring, asesoría y fondo de desarrollo de proyectos de ficción que une a profesionales del audiovisual y expertos en crisis climática. 

Lucy Stone, fundadora y actual directora ejecutiva, explica a Climática que su trabajo se centra en promover historias en torno a tres ejes. “Uno es la justicia climática, alejarnos de relatos que culpen a la mayoría de la población. Historias que hablen las causas fundamentales del problema, como la industria de los combustibles fósiles o la agricultura industrial, y luego contar historias de justicia climática y rendición de cuentas”. 

Los otros se refieren a la transición energética y social, divididas entre el ahora y las próximas décadas. “Por ejemplo –explica–, estamos desarrollando historias que muestran el cambio que se está produciendo en diferentes sectores industriales o laborales con comedias en el lugar de trabajo”. En cuanto al futuro cercano, el reto es “la construcción de mundos. Imaginar el futuro que queremos crear, mostrando mundos emocionantes, hermosos y aspiracionales en la pantalla grande”.

Actualmente Climate Spring participa, directa o indirectamente, en 40 proyectos de series o largometrajes, además de lanzar una serie de novelas de ciencia-ficción climática y activar diversos programas de desarrollo de guion o premios de cortometraje. “Creemos que en el entretenimiento aún falta un gran abanico de tramas que tratar sobre el cambio climático, y el objetivo es que no se alejen de los géneros tradicionales, usar la comedia, romance o el drama”.

Curiosamente, en este reportaje –que habla de personas que quieren hacer películas sobre la crisis climática– los dos proyectos más asentados que hemos mencionado son un cómic ya publicado y una colección de novelas. “Igual lo que nos hace falta es eso, un superventas que sea una utopía climática o una ecotopía y que alguien lo adapte y se ponga de moda”, reflexiona Elisa Puerto. 

Ella misma actualmente busca financiar su primer largometraje como directora, una película de cli-fi o ciencia-ficción climática, y destaca una producción española reciente como En fin, serie de David Sainz y Enrique Lojo (de la que nos advierte que no ha visto el final). “Cae en algunas cosas más típicas sobre el colapso, pero al final es una comedia que reflexiona sobre todos esos temas desde un sitio que quiere ser popular, llegar a mucha gente. El camino está ahí”, añade.

Sí ha visto que emerge cierto optimismo incluso en series, sobre el papel, distópicas, en este caso The Last Of Us, en la que “puede que influya que viene de un videojuego, que es un relato, pero uno en el que tú tienes que participar. Una llamada a la acción es más fácil así, y entiendo que se contagie a la adaptación audiovisual. Incluso según el formato tienes que cooperar con otros jugadores”.

En ese sentido, confiesa que se ha “partido mucho la cabeza pensando en cómo se puede escribir un escenario realista de la crisis climática sin hacer lo de siempre, porque además es aburrido para el público, y creo que parte tiene que ver con revistar nuestro vocabulario”. Por ejemplo, “la palabra ‘colectivo’, que ahora suena añeja, como a algo de mi abuelo, es fundamental. Si de repente muestras las consecuencias de un huracán como el de Florida, o un pueblo que se puede quedar sin electricidad por la crisis energética, no te centres solo en que aparecen ratas o enfermedades o en que se pelean entre ellos. Muestra cómo entre todos son capaces de tomar soluciones que, además, podemos ver, porque muchas están en el mundo real”.

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