Especies invasoras a bordo: el impacto de los buques en el Mediterráneo

Los buques navegan estables gracias a depósitos que contienen agua de lastre, pero al liberarla en otros puertos depositan infinidad de microorganismos, larvas y algas. Sin el tratamiento adecuado a bordo de los buques, se convierten en especies invasoras. Un convenio internacional trata de impedirlo.
Especies invasoras a bordo: el impacto de los buques en el Mediterráneo
Pescadores en Tarifa retiran el alga asiática de sus redes y embarcaciones, en mayo de 2025. Foto: Irene Baños.

Las embarcaciones de la Cofradía de Pescadores de Tarifa, en el extremo sur de España, regresan de faenar al puerto con las redes atestadas del alga asiática: la Rugulopteryx okamurae. Se trata de una especie invasora con la que llevan batallando diez años. Los pescadores rebuscan peces entre la masa de color marrón con la esperanza de encontrar las capturas que justifiquen la jornada de pesca, pero solo queda un olor ácido que enrarece el ambiente.

Al igual que en las embarcaciones pesqueras, la Rugulopteryx okamurae también cubre el manto arenoso de las turísticas playas de Tarifa, avanza por el litoral gaditano, conquista las zonas costeras malagueñas y preocupa por su llegada al Levante peninsular. Una colonización por el mar Mediterráneo que también se extiende por las zonas costeras de Italia, Francia y Marruecos.

Introducida en 2015 a través de los depósitos de agua de lastre de los buques procedentes del océano Pacífico, esta especie invasora encontró en el Mediterráneo condiciones ideales para proliferar: ausencia de depredadores naturales, dispersión favorecida por vectores humanos o corrientes marinas y temperaturas favorables. A pesar de que este mar representa el 1% de la superficie oceánica del planeta, por sus aguas navega el 30% del comercio marítimo mundial. Así, el auge del tráfico marítimo mediterráneo explica la llegada de la Rugulopteryx okamurae a sus aguas.

“Esa [el alga asiática] ha venido, como todo el mundo sabe, por las aguas de arribazón de los mercantes”, indica Manuel Suárez, presidente de la Cofradía, cuando hace referencia al agua de lastre, mientras a lo lejos se aprecian diminutos contenedores a lomo de los buques mercantes que navegan por el Estrecho de Gibraltar.

Un convenio para prevenir la introducción de especies invasoras

El rumor de la aparición de especies invasoras en los océanos del planetavía aguas de lastre se escuchó por primera vez en los años setenta en la Organización Marítima Internacional (IMO). La preocupación por el control de estas especies llevó a la IMO a establecer, en 2004, el Convenio Internacional para el Control y la Gestión del Agua de Lastre y los Sedimentos de los Buques (Convenio de la IMO).

Los años posteriores transcurrieron entre negociaciones internas en cada país, fuerzas políticas, intereses económicos y presiones del lobby internacional. En 2016, el convenio alcanzó la ratificación de 30 países que representaban el 35% del tonelaje marítimo internacional. Finalmente, en 2017 fue ratificado por 60 países, es decir, el 70% de la flota mercante mundial en ese momento. Con la posterior ratificación de China en 2020, este porcentaje se elevó al 90%. Estados Unidos no ratifica el convenio porque dice contar con su propia normativa.

Con la entrada en vigor de la norma D-2 del convenio en septiembre de 2024, los países signatarios están obligados a controlar la propagación de especies invasoras mediante la instalación a bordo de sistemas homologados para el tratamiento de aguas de lastre. Aunque el 80% de la flota mercante de las partes dispone de tales equipos, corresponde a las capitanías marítimas verificar su funcionamiento y comprobar que la tripulación lo gestione de manera adecuada. Sin embargo, para los funcionarios portuarios estas inspecciones son una carrera contra el tiempo y en capitanías marítimas como la de Barcelona se denuncia falta de personal.

El elevado número de cargueros que reciben los puertos internacionales dificulta inspecciones exhaustivas sobre todas las potenciales incidencias. En esa lista, el control del agua de lastre suele quedar relegado. Según la IMO, las inspecciones en puerto se centran en tres áreas: la seguridad de la vida humana en el mar, la prevención de la contaminación por buques y la formación y certificación de la tripulación. 

“El agua de lastre es solo uno de los registros que pueden inspeccionar. Por lo tanto, pueden inspeccionarlo o no”, señala Guillaume Drillet, gerente de Servicios Marinos Globales de la Sociedad General de Vigilancia (SGS), una empresa de pruebas e inspección marina. Sin embargo, este año se ha diseñado una campaña especial en los puertos que tiene como finalidad “inspeccionar los buques y comprobar que cumplen con la convención sobre el agua de lastre”, agrega el experto.

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