Hasta tres años para poner un punto de recarga en España: ¿de quién es la culpa?

La compleja burocracia de las administraciones públicas y la falta de diligencia e información por parte de las distribuidoras son algunas de las principales razones.
Hasta tres años para poner un punto de recarga en España: ¿de quién es la culpa?
Punto de recarga de Iberdrola instalado en verano de 2024. A casi mayo de 2025, sigue sin funcionar. Foto: EDUARDO ROBAINA.

“¿Y dónde voy a cargar?”. Es una de las preguntas más repetidas por aquellos que, estando más o menos a favor, aún no han dado el paso hacia los vehículos eléctricos y desconocen este mundo. Sin embargo, quienes poseen un coche 100% eléctrico se suelen plantear otra cuestión: ¿por qué tardan tanto en estar en funcionamiento los puntos de recarga de acceso público?

En mayo de 2024, Iberdrola comenzó las obras de una de sus infraestructuras de recarga más ambiciosas en Canarias: casi 40 puntos de carga en una zona comercial de gran afluencia de Gran Canaria. En menos de dos meses terminaron. Sin embargo, casi un año después del inicio de las obras, los puntos aguardan bajo unas lonas que rezan ‘Pronto podrás disfrutar de un nuevo punto de recarga’.

Desde que una empresa inicia los trámites para instalar un punto de recarga hasta que el usuario puede hacer uso de él suele pasar alrededor de un año, si bien muchos no llegan a estar operativos hasta 2 o 3 años después, como explican distintas fuentes del sector. En algunos casos, hay puntos (con las plazas ya pintadas del característico verde y los costosos equipos instalados) que jamás llegan a activarse por múltiples razones.

Operadoras, promotores y especialistas que trabajan día a día en la instalación de puntos de recarga coinciden a la hora de diagnosticar el problema que hay detrás de estos largos tiempos de espera: los trámites burocráticos, y más concretamente, la falta de homogeneidad en los procesos, la ausencia de plazos claros y el exceso de administraciones implicadas. También se señala a las distribuidoras, parte esencial para la puesta en marcha de los equipos.

En 2022, el Gobierno de España impulsó el Grupo de Gobernanza para el seguimiento del despliegue de Infraestructura del Vehículo Eléctrico (GTIRVE), un marco de encuentro entre el sector de la movilidad eléctrica y las administraciones a sus distintos niveles. Gracias a esta iniciativa, se han logrado simplificar algunos tiempos y trámites en la instalación de puntos de carga, pero el entramado sigue siendo demasiado complejo.

Proceso de instalación

El parque automóvil de España está formado por 234.309 vehículos eléctricos puros, a los que se suman 260.658 híbridos enchufables, acorde al informe de Ideauto publicado el pasado febrero. A 31 de diciembre de 2024, la red de infraestructuras de recarga de acceso público en España se cifraba en 40.438 puntos de recarga operativos, según AEDIVE (Asociación Empresarial para el Desarrollo e Impulso de la Movilidad Eléctrica). A estas alturas del año, la red superaría los 42.000 puntos. 

Teniendo en cuenta ambos datos, la conclusión es que hay más coches que puntos donde cargar. Sin embargo, se trata de “una red más que suficiente para cubrir las necesidades del parque actual de vehículos electrificados, con una tasa de uso media por debajo del 6%”, aclaran desde AEDIVE. 

El proceso de instalación de un punto de carga varía dependiendo de la potencia. No es lo mismo poner un cargador de 22 kW, que puede conectarse a la red de baja tensión con relativa agilidad (aunque en la práctica no sucede), que desplegar un cargador de alta potencia de más 150 kW, que requiere acceso a la red de media tensión, la ampliación (o construcción) de un centro de transformación y una tramitación mucho más compleja y prolongada.

Aun así, ya sea de carga lenta (menos de 7,4 kW), semirrápida (hasta 22 kW), rápida (entre 50 y 100 kW) o ultrarrápida (más de 100 kW), el marco normativo español es complejo, heterogéneo y poco actualizado para la realidad del despliegue eléctrico.

Si una empresa quiere instalar un punto de recarga público, lo primero que debe hacer es elegir un emplazamiento. Dependiendo de la propiedad del suelo, será necesario un acuerdo de cesión o alquiler del terreno. Una vez hecho esto, el interesado en poner el punto de recarga (que se conoce como CPO, siglas de operador de punto de recarga en inglés) pide a la distribuidora la solicitud de acceso y conexión a la red, que no es más que pedir que se indiquen las condiciones técnicas y económicas para conectarse a las redes de distribución eléctrica existentes.

Aquí ya empiezan a surgir problemas, y es que si las estaciones de recarga están en suelo urbano y superan los 100 kW, la distribuidora no está obligada –de acuerdo a la normativa actual– a hacerse cargo de los costes de mejora para dar la potencia que se necesita en el lugar en que se va a instalar la infraestructura. Cuando esto ocurre, es necesario acometer una mejora de la red, asumiendo el promotor los costes que eso implica. Un ejemplo son los 16.000 euros extras que tuvo que pagar el Cabildo de Gran Canaria para ampliar una estación transformadora en uno de los puntos que quería poner en marcha.

Lo siguiente es la redacción del proyecto técnico para la infraestructura de recarga y, si procede, de la extensión de red (el cable para la conexión). Posteriormente, se pasa al punto donde los tiempos se vuelven eternos e inciertos: la tramitación de permisos, tanto de la estación de recarga (obra civil, instalación eléctrica) como de la extensión de red. Aquí, lo engorroso es la gran cantidad de administraciones y organismos que pueden llegar a intervenir según la ubicación del punto: ayuntamientos, gobiernos autonómicos (necesario para las estaciones de carga ultrarrápida), diputación/Cabildo insular, ADIF, carreteras, patrimonio, conferencias hidrográficas, etc. 

Fuentes de movilidad eléctrica de Endesa subrayan la importancia de un análisis perfecto de los permisos necesarios para evitar retrasos. La empresa energética asegura que son los ayuntamientos los que más les impactan en el despliegue de puntos, con una media de 6-7 meses para obtener un permiso de ellos, llegando incluso al año y medio o dos.

Con los permisos en regla (e incluso mientras se tramitan, para agilizar), se ejecuta la obra donde irá el punto de carga. Esto puede variar en complejidad: desde sencilla (un mes) hasta complicada si hay cruces de carretera o afecciones múltiples. Gracias a un Real Decreto ley de 2021, ahora se permite a las operadoras construir mediante la presentación de una declaración responsable, aunque esto no aplica para las distribuidoras (salvo en Canarias y Baleares), quienes en el momento de ejecutar las obras de conexión siguen necesitando de licencias de obra y autorizaciones de industria.

Una vez hecho todo lo anterior, se procede a la legalización de la instalación ante el organismo competente (normalmente la consejería de Energía o Industria del gobierno autonómico). La distribuidora, que debe revisar los equipos e instalaciones antes de aceptar la conexión, lleva a cabo latramitación de la cesión de las instalaciones (transformadores, conexiones) y del uso del suelo. En la mayoría de territorios, es necesario elevar a público la cesión del suelo ante notario, otro punto muy criticado por los actores implicados, que señalan la falta de plazos y criterios: «Hay tantos grises, que a veces es el técnico el que decide qué pedir y no», apuntan desde Endesa, que pone como ejemplo Portugal, donde no es necesario todo esto. 

En la experiencia de Celso Rodríguez, responsable del departamento técnico del Consejo Insular de la Energía del Cabildo de Gran Canaria, “el principal escollo” es lograr por parte del Ayuntamiento la cesión del uso del suelo. “Esto suele tardar mínimo 6 meses”, explica el técnico, quien está detrás de impulsar la pionera red de recarga propia que tiene el Cabildo, compuesta por 48 puntos a lo largo de los 21 municipios de la isla.

Finalmente, con la cesión formalizada y todos los permisos obtenidos, se da de alta el punto de suministro eléctrico y la comercializadora suministra la energía para que el punto de carga ya esté operativo de cara al usuario.

  1. Y cinco años y cinco inviernos sin luz en La Cañada Real. Es la industria privada y NO el dinero público el que debe de invertir en fomentar los intereses de las actividades privadas. Que lo financie la industria del automóvil.

  2. Demasiados coches, demasiados aviones, jets privados, transporte por carretera…
    Todo es correr y correr…
    Deprisa, deprisa, futbol y que no falte entretenimiento, que no se paren a pensar, que si utilizan la cabeza estos esclavos nos desmontan el chiringuito.

    Ecologistas en Acción alerta de los graves impactos de las ampliaciones de aeropuertos previstas por Aena
    Coincidiendo con la celebración de la Junta General de Accionistas de Aena, la entidad ecologista lanza una campaña para denunciar los impactos de las ampliaciones de aeropuertos previstas por el gestor aeroportuario.
    Frente a la incentivación permanente del transporte aéreo como forma de aumentar el turismo de masas, Ecologistas en Acción reclama políticas de transición a modelos de transporte y turismo más sostenibles y socialmente más justos.
    Aprovechando el incremento del tráfico aéreo generado por el rápido crecimiento del turismo tras la pandemia, en marzo de 2024 Aena presentó una actualización de su Plan Estratégico 2022-2026. En esta revisión de su estrategia, el gestor aeroportuario actualizó al alza sus objetivos de pasajeros y comerciales, al tiempo que anunció la mayor oleada de ampliaciones de aeropuertos de la historia del Estado español. A los cuatro aeropuertos que ya contaban con proyectos de ampliación, se le suman otros nueve, con un presupuesto estimado de 7.000 millones de euros a ejecutar en el periodo 2027-2031.
    En virtud de este anuncio, la empresa, que recientemente anunció un beneficio neto récord de 1.934 millones de euros en 2024, prevé ampliar los aeropuertos de Tenerife Norte, Tenerife Sur, Lanzarote y Madrid (estos cuatro ya con proyecto de ampliación); a los que se suman Barcelona, Málaga, Melilla, Valencia, Alicante, Santander, Bilbao, Menorca e Ibiza, que se encuentran en fase de diseño funcional, es decir, de identificación de las necesidades del proyecto de ampliación.
    Frente a los objetivos exclusivamente económicos que persiguen el Gobierno de España y Aena, Ecologistas en Acción considera que el aumento exponencial del tráfico aéreo agravará toda una serie de problemas que a día de hoy ya sufren millones de personas. Por un lado, el incremento exponencial de la llegada de turistas internacionales intensificará la turistificación de municipios y territorios y, con ella, la expulsión habitacional de población residente, la destrucción del tejido social y el uso desmesurado de los recursos. Desde esta perspectiva, el aumento de las operaciones y rutas aéreas con motivo de la actual temporada de verano ya ha generado el rechazo de colectivos sociales.
    Por otro lado, la entidad ecologista señala al incremento del ruido y de la contaminación atmosférica como sendos problemas que se verán agravados en caso de llevarse a cabo las ampliaciones de aeropuertos. Según un estudio reciente, la contaminación producida por los aviones sería la causa de 52.205 casos de hipertensión, 64.918 de diabetes y 5.340 de demencia en torno a los aeropuertos de Barcelona, Madrid, Málaga y Palma de Mallorca.
    De manera similar, la entidad ecologista denuncia el aumento de emisiones de CO2 que provocaría cualquier política orientada a aumentar el número de operaciones aéreas. En este sentido, constituye una importante incoherencia ampliar aeropuertos mientras el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, aprobado por el propio Gobierno en septiembre de 2024, obliga a una reducción de emisiones del 46 % en el sector transporte en 2030. Según diferentes estudios, las ampliaciones de Madrid-Barajas y Barcelona-El Prat supondrían un aumento de las emisiones de CO2 de un 35 % y un 33 % respectivamente….

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