Cómo la crisis climática me chafó una canción de amor de Alejandro Sanz

"No consigo ver en las dichosas palmeras del jardín una historia de amor, sino un canto a la biodiversidad", escribe Olivia Carballar, que hace, en tono de humor, una deconstrucción climática de la canción.
Cómo la crisis climática me chafó una canción de amor de Alejandro Sanz
Foto: ‘Palmeras en el jardín’ es una de las nuevas canciones de Alejandro Sanz.

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Le di la vuelta a mi mundo /

Pa’ que se pareciera a ti / 

Pero por más palmeras que plantemo’ en el jardín /

Esto jamás será La Habana, yo siempre seré Madrid.

Soy fan confesa de Alejandro Sanz. Y, en un alarde de coherencia, llevo escuchando varias semanas seguidas una de sus nuevas canciones, la de arriba, una y otra vez. Una y otra vez. Una y otra vez. Hasta ese punto en el que la familia, en algún momento, tiene que decir “¡Basta, Olivia!”. No “basta, Oli”. No, no. “Basta, Olivia”.

Pero esta vez es diferente. La estoy escuchando tanto para ver si en algún momento conecto con la canción de amor que hay detrás, porque, de momento, no lo consigo. No consigo ver en las dichosas palmeras del jardín una historia de amor (o desamor). Se supone que lo que pasa es lo siguiente: dos personas muy diferentes terminan aceptando que ‘su amor’ no puede ser, que cada una es como es y es de donde es y que, por tanto, cada una debe estar donde se encuentra bien, en su sitio. Y que no solamente no pasa nada, sino que la vida sigue preciosa, cada una en su lugar, en plena armonía con lo que las rodea. 

¿Qué ves entonces, hija mía? Me pregunta mi familia. 

Pues veo un ecosistema, un canto a la biodiversidad, a la necesidad de protegerla, lo que Miguel Delibes, en su último libro, titulado también en honor a una canciónGracias a la vida, de Violeta Parra–, defiende como fundamental para seguir viviendo. 

“Se ha etiquetado la canción como himno humanista, y lo es. Pero se queda en lo humano. Violeta no pensó al escribirla, por más que mencionara grillos y canarios, que la vida era mucho más extensa que nosotros, que existía mucha vida alrededor a la que debemos, en gran medida, el bienestar que encomiaba. Es lógico que lo obviara. En los sesenta del siglo pasado a nadie se le ocurrían esas cosas, y todavía hoy la mayor parte de la gente no es consciente de ello”, dice Delibes –ya que hablamos de amor, amante de Doñana–. 

Alejandro no habla de grillos, ni de canarios y supongo que el cambio climático no asomó por su cabeza a la hora de escribirla, claro, que puedo intuir lo que pensáis algunos. Pero sus palmeras en el jardín han logrado que me acuerde de cómo la actividad humana está contribuyendo a la destrucción de la biodiversidad. Según el último informe Planeta Vivo, de WWF, en los últimos 50 años hemos perdido el 73% del tamaño medio de las poblaciones de fauna silvestre. Y, según la ONU, el efecto dominó podría llevar a la extinción de más especies e incluso al colapso de ecosistemas enteros por esa actividad humana. 

Al marcharte te llevaste esos colores /

Y esos olores que me gusta recordar /

Tú fuiste lo más cerca que tuvo mi casa /

De tener un mar, tener un mar.

Me he acordado de la nutria en las costas del Pacífico. Y de cómo, codiciada por su piel, fue cazada hasta casi la extinción. Me he acordado, también, de cómo su recuperación, como cuenta Juan F. Samaniego en Climática, salvó al mismo tiempo el ecosistema de las marismas de la bahía de Monterrey: que a la nutria le gusten tanto los cangrejos ha hecho que baje el número de esta especie, lo que a su vez ha permitido la recuperación del espárrago marino, una planta que protege y refuerza la estructura de las marismas y de cuyas raíces se alimentan los cangrejos. Es decir, el regreso de la nutria, como describe el ecólogo Johan S. Eklöf, de la Universidad de Estocolmo, en un artículo publicado en Nature, devolvió la estabilidad al ecosistema y lo hizo más resistente a la erosión. 

Pero hablábamos de palmeras y de jardines. Y por eso se me han venido también a la cabeza otros jardines, y otro artículo de Samaniego, en el que explica cómo un capricho de Felipe II e Isabel de Valois trajo a España el cangrejo de río, una especie originalmente invasora de Italia. Los reyes querían ajardinar los sitios reales en Madrid, con estanques y nuevas especies siguiendo la moda europea. “Ajardinar era una novedad en España, donde solo había huertos y cultivos hasta la puerta de casa. Los reyes pasaron muchas dificultades para traer las nuevas especies, pero finalmente lo consiguieron. A partir de ahí, disponer de lucios, carpas y cangrejos pasa a ser un símbolo de exclusividad”, explica Miguel Clavero, científico de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC) y experto en el cangrejo de río. El artículo continúa analizando cómo aquella decisión, basada en el gusto humano, terminó afectando a la biodiversidad.

La canción de Sanz sigue así:

Y ¿ahora qué hago cuando llegue otro febrero? /

¿Cómo le hago pa’ no acordarme más de ti? /

En dos acentos, nos dijimos mil te quieros /

Y en un silencio nos dijimos: hasta aquí.

Febrero. Y fíjate que yo, en este bucle en el que he entrado, no me he acordado de San Valentín, sino de una ponencia de la última edición de La Uni Climática, impartida por el investigador del área de Estudio y Seguimiento de Aves de SEO Birdlife Blas Molina, que evidenciaba cómo hasta el refranero se está quedando sin validez por el calentamiento global. El refrán dice: “Por San Blas, a la cigüeña verás”. Y Molina dijo: “San Blas es el 3 de febrero y, en esas fechas, en muchos casos, sobre todo en las zonas meridionales y con mejores condiciones de temperatura, ya están en los nidos e incluso han realizado las puestas”. 

A muchas, como estáis comprobando con este artículo, la crisis climática también nos está trastornando bastante.

Y hasta aquí la historia de cómo la crisis climática y de biodiversidad me chafó una canción de amor de Alejandro Sanz, de cómo ha hecho que no vea en ella una canción de amor al uso, sino una canción de amor a la biodiversidad, a entender que, como aquella pareja imposible entre Madrid y La Habana, no podemos seguir plantando palmeras en el jardín, ni aguacates como setas

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  1. No me decepciones Olivia.
    Que el muchacho éste no merece que lo promociones.
    Bastante lo promociona la industria del entretenimiento.
    Mientras que los cantantes con letras comprometidas para despertar conciencias, no tienen cabida en esta industria.
    Casi no sé cómo canta, pero sé que es un mimado del sistema porque arremete contra Venezuela y contra los países demonizados por la dictadura capitalista.
    Si te gusta, no se puede evitar, pero no lo promociones que no lo merece. Nunca se que se haya posicionado por una causa justa, por algo que pudiera molestar al sistema.

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